viernes, 6 de febrero de 2009

El milagro del mar: ¿historia mitificada o mito historiado?




No hay manera de saber si el cruce del Mar Rojo fue un hecho verídico adornado por la leyenda y el lenguaje mítico o si fue en un principio un mito transformado con el tiempo en historia sagrada
Con la porción de la Torá de la presente semana (parashá Beshalaj [Éxodo 13:17-17:16]), la historia del éxodo de Egipto llega a su climax. Según el relato bíblico, ``Cuando Faraón dejó salir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, aunque era más corto; pues se dijo Dios: No sea que, al verse atacado, se arrepienta el pueblo y se vuelva a Egipto. Hizo Dios dar un rodeo al pueblo por el camino del desierto del mar de Suf'' (13:17-18). Y así fue, entonces, que Moisés condujo al pueblo hasta Pi Hajirot, entre Migdol y el mar, enfrente de Baal Sefón. (Nota: La ruta del éxodo y la identificación de los sitios mencionados han sido un tema de disputa entre los investigadores).
Una de las teorías afirma que el presente texto podría ser una combinación del recuerdo de dos éxodos distintos. Una tradición evocaría el éxodo-expulsión que habría seguido la ruta hacia Filistea, y la otra, un éxodo-huida que habría seguido la ruta del desierto, la ruta del sur o sudeste. Para más detalles, ver R. de Vaux, Historia antigua de Israel [Madrid: Ediciones Cristiandad, 1975] I, págs. 363-367).
Sea como fuere el caso, la presente narración nos cuenta que el pueblo de Israel se encontraba acampado a las orillas del mar cuando el poderoso ejército egipcio los alcanzó, quedando así los hebreos acorralados sin posibilidad de huir. En ese momento, el pueblo cayó en desesperación reprochándole a Moisés: ``¿Acaso no había sepulturas en Egipto para que nos hayas traído a morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto? ¿No te dijimos claramente en Egipto: Déjanos en paz, queremos servir a los egipcios? Porque mejor nos es servir a los egipcios que morir en el desierto''. Contestó Moisés al pueblo: ``No temáis; estad firmes, y veréis la salvación que Yahveh os otorgará en este día, pues los egipcios que ahora veis, no los volveréis a ver nunca jamás. Yahveh peleará por vosotros, que vosotros no tendréis que preocuparos'' (Éxodo 14:11-14).

El paso del mar: la narración bíblica
Y así fue. El texto bíblico nos cuenta a continuación uno de los sucesos más espectaculares de la historia de Israel, que ha quedado grabado en la memoria colectiva del pueblo como una manifestación portentosa, inigualable y única del poder salvífico de Dios: el milagro del mar.
Una lectura cuidadosa del texto nos revela la presencia de dos presentaciones del milagro. Según la primera, Moisés debe levantar su cayado, extender la mano sobre el mar y hendirlo para que pasen los israelitas a pie seco (14:16, 21); Moisés lo hace así y el pueblo pasa a pie seco el mar (v. 22); los carros egipcios se lanzan a la persecución de Israel, y Yahveh le ordena a Moisés que extienda la mano para que las aguas refluyan sobre ellos (vv. 23, 26); al hacerlo, los egipcios mueren sumergidos por las aguas e Israel queda a salvo (vv. 27-29). De acuerdo a la segunda versión, Yahveh, representado por la columna de nube (o el Ángel de Dios), se coloca entre Israel y los egipcios (14:19-20); durante la noche, Yahveh hace soplar un fuerte viento del este que seca el mar (v. 21); al día siguiente de madrugada, Yahveh, desde la columna de fuego y de nube, siembra el pánico entre los egipcios y entorpece las ruedas de sus carros (vv. 24-25); finalmente, los egipcios son precipitados en medio del mar (vv. 30-31).
Según de Vaux, ``Cada relato es completo, con su marco propio y un actor principal distinto. En el primero actúa Moisés.
``Yahvé le ordena que extienda su bastón y rasgue las aguas; Moisés lo hace así, y el mar se hiende. Yahvé le ordena que extienda de nuevo el bastón y reúna las aguas. Moisés lo hace, y el mar vuelve a su sitio. En el segundo relato actúa Yahvé. Durante la noche, hace soplar el viento y deseca el mar. Al día siguiente, de madrugada, Yahvé siembra el pánico entre los egipcios. Al apuntar el alba, Yahvé sepulta a los egipcios en el mar. Ya de día, los israelitas ven a los egipcios muertos en la ribera'' (op. cit., p. 369).
Siguiendo esta misma línea de análisis, se puede distinguir también una diferencia fundamental en cuanto a la naturaleza del milagro mismo. Según el primer relato, el milagro consistió en el paso de los israelitas a pie seco; de acuerdo al segundo, la destrucción de los egipcios.
Llamativamente, el poema de alabanza que acompaña nuestro relato (Éxodo 15:1-18) no hace mención alguna a Moisés y sus proezas, sino más bien es un canto de victoria en honor de Yahveh por haber dado muerte a los egipcios: ``Canto a Yahveh pues se cubrió de gloria arrojando en el mar caballo y carro. Mi fortaleza y mi canción es Yah [otra forma del nombre de Yahveh. A.R.]. Él es mi salvación. Él es mi Dios; yo le glorifico, el Dios de mi padre, a quien exalto. ¡Un guerrero Yahveh, Yahveh es su nombre! Los carros de Faraón y sus soldados precipitó en el mar. La flor de sus guerreros tragó el mar de Suf; cubriólos el abismo, hasta el fondo cayeron como piedra'' (vv. 1-5). Y así también, este tema aparece mencionado en otros testimonios bíblicos (Deuteronomio 11:4; Josué 24:7). (Nota: Este canto triunfal, llamado tradicionalmente con el nombre de Shirat ha-Yam [``el Canto del Mar''], es leído con una melodía especial en oportunidad de la lectura semanal de la porción de la Torá en la sinagoga.
Asimismo, esta sección está también escrita en el rollo de la Torá siguiendo un diseño muy particular a manera de ``ladrillos'' superpuestos, sólo emulado por Shirat ha-Azinu o ``Cántico de Moisés'' [Deuteronomio 32:1-43]. En ambos casos, estos desarrollos han tenido por propósito destacar la singularidad de esta sección. Recientemente, el manuscrito bíblico [Ashkar-Gilson de la Universidad de Carolina del Norte, EE.UU.] más antiguo [siglos VII-VIII e.c.] conocido hasta ahora en el mundo conteniendo este fenómeno literario se puso en exhibición pública por primera vez en el Santuario del Libro en Jerusalén).
Según se ha sugerido, la versión más antigua sería la que mencionaba la acción milagrosa de Dios, que como guerrero (cf. Éxodo 14:14, 17:8-16; Números 10:35-36) venció a los egipcios y salvó a Israel. Y al igual que la victoria de Yahveh sobre Sísara y su ejército según el canto de Débora (Jueces 5), también en este caso Dios se valió de los elementos de la naturaleza para conseguir el triunfo sobre el enemigo: el viento, la nube y el fuego (cf. también Salmos 29; 77:14-21). (Nota: Según los biblistas, tanto el Canto del Mar en Éxodo como el de Débora en Jueces serían dos de las piezas literarias más antiguas contenidas en toda la colección bíblica).
En caso de ser cierto este modelo interpretativo, entonces, la otra versión de los hechos destacando el cruce milagroso de Israel por el lecho seco del mar sería un desarrollo ulterior. Para el caso es de destacar, el parecido notable existente entre la versión del cruce de Israel del mar en tiempos de Moisés y el cruce de los israelitas del Jordán en época de Josué: ``Cuando el pueblo partió de sus tiendas para pasar el Jordán, los sacerdotes llevaban el arca de la alianza a la cabeza del pueblo. Y en cuanto los que llevaban el arca llegaron al Jordán, y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca tocaron la orilla de las aguas, y el Jordán baja crecido hasta los bordes todo el tiempo de la siega, las aguas que bajaban de arriba se detuvieron y formaron un solo bloque a gran distancia, en Adam, la ciudad que está al lado de Sartán, mientras que las que bajaban hacia el mar de la Arabá, o mar de la Sal, se separaron por completo, y el pueblo pasó frente a Jericó.
Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza de Yahveh se estuvieron a pie firme, en seco, en medio del Jordán, mientras que todo Israel pasaba en seco, hasta que toda la gente acabó de pasar el Jordán'' (Josué 3: 14-17).
Sea el caso que el relato de Éxodo haya sido el modelo para la redacción del milagroso cruce del Jordán (como piensa la mayoría), o por el contrario, que el relato en Josué (o su tradición oral) haya influido en la redacción del cruce milagroso del mar por parte de Israel (por ejemplo, de Vaux), el resultado fue que la tradición terminó asociando ambos eventos como la máxima expresión del poderío divino (Isaías 44:27; Salmos 66.6; 74: 13, 15; 114:3). (Nota: Según lo afirma de Vaux [op. cit., p. 373], ``el paso del mar terminó eclipsando al del Jordán: el paso del Jordán no es mencionado nunca solo; el del mar sí aparece aislado [Salmos 106:9-11; 136:13-14; Isaías 63:12-13; Nehemías 9:11; Sabiduría 10:18-19; 19:7-8]'').

El milagro del mar: ¿historia o mito?
La salvación milagrosa de Israel, sea debido al repentino precipitarse de los egipcios en el mar o al cruce de los israelitas a pie seco, ha atrapado desde siempre el interés de los estudiosos. Naturalmente, los piadosos han aceptado literalmente la fidelidad del relato, entendiendólo como la expresión más excelsa del poderío inigualable de Dios. Según dice el midrash: ``El Santo, bendito sea, dijo a Moisés: --Moisés, extiende tu mano sobre el mar y pártelo (Éxodo 14, 16). Moisés extendió su mano sobre el mar, pero el mar se negó a abrirse; le mostró entonces el féretro de José y la vara en la que estaba grabado el Nombre Inefable, y también se negó.
Moisés volvió a la presencia del Santo, bendito sea, y dijo: --Señor de todos los mundos, el mar no me obedece. De seguida el Santo, bendito sea, se reveló en toda su gloria sobre el mar y el mar huyó; las aguas se asustaron, temblaron, se estremecieron y se sumergieron en los abismos, como está dicho: Te vieron las aguas, oh Dios, te vieron las aguas y se echaron a temblar (Salmos 77, 17)'' (Los capítulos de Rabbi Eliezer XLII, 2; en: ed. M. Pérez Fernández; Valencia, 1984, p. 296]).
Sin embargo, la versión de Flavio Josefo (siglo I e.c.) de los hechos nos deja entrever, que ya en su tiempo hubo personas que pusieron en duda la certitud de los acontecimientos: ``En cuanto a mí, relaté todas las partes de esta historia tal como las hallé en los libros sagrados.
Que a nadie le extrañe la rareza de la narración, y no piense si la senda que se abrió ante esos hombres de la antigüedad, libres de la maldad de las edades modernas, fue obra de la voluntad de Dios o fruto del azar. Porque ante los acompañantes de Alejandro, rey de Macedonia, que vivió comparativamente hace poco tiempo, el mar de Panfilia se retiró y les abrió paso, cuando no tenían otro camino por donde ir, y eso ocurrió cuando fue la voluntad de Dios destruir la monarquía de los persas. El hecho lo reconocen como auténtico todos los que han escrito sobre las acciones de Alejandro.
Pero de estos acontecimientos que cada cual resuelva a su gusto'' (Antiguëdades Judías II, xvi, v; en: Obras completas de Flavio Josefo [trad. L. Farré; Buenos Aires: Acervo Cultural/Editores, 1961] I, p. 172). (Nota: Flavio Josefo en este texto alude a una leyenda de la cual da testimonio el historiador Apiano de Alejandría [95?-165?] en su obra ``Historia Romana: Guerra Civil'': ``Alejandro hizo un largo viaje por una zona desértica, en la estación del calor, hasta el oráculo de Amón y atravesó el golfo de Panfilia al haberse retirado el mar de forma prodigiosa, y la divinidad contuvo en su ayuda el mar hasta que lo cruzó e hizo llover cuando viajaba por tierra'' [App. BC II 149]; en: http://www.masalladelaciencia.es/las-tumbas-egipcias-de-alejandro).
Estas incipientes dudas se transformaron en una sistemática aproximación racional al relato, cuando Baruch Spinoza (1632-1677) explicó el pretendido ``milagro'' divino de la Biblia como un fenómeno natural. Según afirmaba el filósofo judeo-portugués: ``Es, pues, de creer que si las circunstancia de los milagros y las causas naturales que los explican no aparecen siempre mencionadas, no dejaron de ser necesarias para su cumplimiento. En la narración del Éxodo (cap. XIV, vers. 27) se ve que a la sola indicación de Moisés el mar volvió a hincharse y nada se dice del viento.
Pero en el cántico de Moisés (cap. XV, vers. 10) se dice que ``el mar se hinchó con el soplo de Dios (esto es, por un viento muy fuerte), lo cual indica que si antes se calló esta circunstancia fue por hacer que el milagro apareciese mayor'' (Tratado Teológico-Político VI, 48; en: Obras completas de Spinoza [Buenos Aires: Acervo Cultural/Editores, 1977] II, p. 109).
Y a partir de aquí quedó expedito el camino para dar explicaciones naturales al suceso. Algunos sugirieron que podría haber sido una marejada, provocada por el contacto de un cometa con la tierra o por una lejana y formidable erupción del volcán Santorin hacia el año 1447 a.e.c (de Vaux, op. cit., págs 349-350). Otros explicaban que el cruce del mar se habría efectuado al sur de los Lagos Amargos (que comunicaban entonces con el Golfo de Suez) aprovechando la ocasión de una marea excepcionalmente baja y un viento del este muy violento y persistente.
Según las palabras de W. Keller: ``Es completamente verosímil que la huída de Egipto tuviese lugar a través de este Mar de los Cañaverales'' (Y la Biblia tenía razón [Barcelona: Ediciones Omega, novena edición, 1961] p. 129.) Sea cual fuere la explicación natural del suceso, la premisa supuesta detrás de todas estas explicaciones es que el ``milagro'' del cruce del mar habría sido originalmente un hecho histórico cierto, embellecido luego por la tradición con elementos fantásticos o míticos, como el caso de las aguas divididas por el bastón de Moisés o el de las dos murallas de agua.
Pero de la misma manera se podría argumentar, por el contrario, que un mito antiguo podría haber sido historiado por el autor bíblico. Ya que el relato bíblico de la victoria de Moisés/Yahveh sobre el mar recuerda, en su tema fundamental, el mito ampliamente documentado en la literatura del Oriente antiguo sobre la lucha entre el Dios supremo y los poderes acuáticos-caóticos en el principio de los tiempos.
Un ejemplo en este sentido es el poema de la creación babilónico llamado Enuma Elish, cuyo relato nos cuenta cómo el dios Marduk mató a la diosa-dragón Tiammat: ``Entonces el señor descansó al ver su cadáver./Dividió (luego) la carne monstruosa, concibió ideas artísticas,/la cortó como si fuera un pescado en dos partes:/La mitad de ella la levantó y la puso como si fuera el cielo./Tiró del cerrojo y puso un guardián;/mandándole que no permitiera salir las aguas...'' (tablilla IV, 135-140; en: Poema babilónico de la Creación [ed. F. L. Peinado y M. G. Cordero; Madrid: Editorial Nacional, 1981] págs. 119-120).
O el caso del mito cananeo de la ``lucha entre Balu [Ba¨al] y Motu'': ``Cuando aplastaste a Lotanu, la serpiente huidiza, acabaste con la serpiente tortuosa, el Tirano de siete cabezas, se arrugaron (y) se aflojaron los cielos como el ceñidor de tu túnica; (entonces) yo fui consumido hecho pedazos, esparcido (al viento) perecí'' (G. Del Olmo Lete, Mitos y Leyendas de Canaán. Según la tradición de Ugarit [Madrid: Ediciones Cristiandad, 1981] p. 213).
Y de aquí la posibilidad cierta, entonces, que las figuras míticas de Marduk/Ba¨al hayan sido transformadas en los personajes ``históricos'' de Moisés/Yahveh en la versión bíblica. Ya que en todos los casos, estos héroes divinos o humanos sometieron a los poderes acuáticos-caóticos, posibilitando así la creación de una nueva realidad (sea cósmica o social).
Esta sugerencia presupone que el mito de la lucha del Dios supremo con el monstruo marino era conocido por los hebreos, como así también que la aplicación del mismo a Dios era vista como legítima. Y ciertamente, así fue el caso en el antiguo Israel. Según puede verse con claridad en algunos textos bíblicos, el tema era conocido por los literatos israelitas.
Un eco lejano de este mito puede verse en el texto de la creación en el Génesis, cuando Dios dividió las aguas primordiales: ``Dijo Dios, Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras. E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue'' (1:6-7).
Una referencia mucho más clara y directa la encontramos en el libro de los Salmos, en dónde se hace una referencia directa a los milagros del Éxodo: ``Oh Dios, mi rey desde el principio, autor de salvación en medio de la tierra, tú hendiste el mar con tu poder, quebraste las cabezas de los monstruos en las aguas; tú machacaste las cabezas de Leviatán y las hiciste pasto de las fieras; tú abriste manantiales y torrentes, y secaste ríos inagotables...'' (74:12-15. Cf. también Isaías 51:9-10; Job 7:12; Salmos 89:10-11).
En suma, no hay manera de saber si el cruce del mar por parte de Israel fue un hecho originalmente verídico adornado por la leyenda y el lenguaje mítico o, por el contrario, si fue en un principio un mito transformado en historia sagrada. Ciertamente, los orígenes de este relato se pierden en la bruma del tiempo.
Pero una cosa es cierta, este milagro con comillas o sin ellas se transformó en uno de los pilares de la fe de Israel, hasta el punto de ser recordado diariamente en las oraciones matinales y vespertinas: ``De Egipto nos redimiste, de la servidumbre nos rescataste. Todos sus primogénitos perecieron, y a Tu hijo predilecto Israel redimiste. El Mar Rojo dividiste, hundiendo en él a los soberbios, haciendo transitar a Tus hijos, Tus amados. Ellos Te aclamaron con himnos, alabanzas y cánticos'' (Servicio matutino diario, en: Ritual de Oraciones para todo el año [ed. M. Edery; Buenos Aires: Consejo Mundial de Sinagogas, 1965] p. 36.).
¡Shabat Shalom!