sábado, 28 de febrero de 2009

Acab, rey de Israel

Autor: David Mandel

Acab, el séptimo rey de Israel, reinó durante veintidós años, en el siglo IX a.e.c. Durante su reinado disfrutó de paz con Yehudá, el reino hermano del sur y con los fenicios en el norte, pero en el este tuvo varias guerras con Siria. Embelleció su capital, Samaria, donde construyó un palacio decorado con marfil. Fortificó ciudades y reconstruyó Jericó.
Bajo la influencia de su esposa Jezabel, una princesa fenicia, construyó un templo para el dios pagano Baal en Samaria. El profeta Elías, tenaz opositor al culto de Baal, anunció que Dios castigaría al país con sequía, y escapó para evitar ser matado por Jezabel.
La sequía causó una gran hambruna en Samaria. En el tercer año de la sequía, Acab envió a Obadia, el gobernador del palacio real, hombre creyente en Dios, que había arriesgado su vida escondiendo en una cueva a cien profetas del Señor a buscar lugares de pastoreo para alimentar a los caballos y a las mulas.
Obadia se encontró con Elías, quien le pidió que anuncie al rey que había regresado a Israel. Acab, informado por Obadia, fue a hablar con Elías y lo acusó de causar problemas. Elías le respondió que quienes causaban problemas eran Acab y su padre por haber renegado de Dios y adorar al ídolo Baal.
Elías exigió una confrontación con los cientos de profetas de Baal que estaban bajo la protección de la reina Jezabel. El rey accedió. Los sacerdotes extranjeros no lograron prender fuego a la leña que estaba en el altar del dios Baal, y la muchedumbre, incitada por Elías, los llevó a un arroyo, donde Elías los degolló.
La sequía terminó repentinamente en una gran tormenta. Acab montó su carruaje bajo una fuerte lluvia, y el profeta Elías corrió adelante del rey todo el camino hasta Jezreel.
La reina Jezabel, furiosa por la muerte de sus profetas, amenazó con matar a Elías. El profeta huyó a Beer Sheva.
El rey Benhadad de Siria invadió Israel. Sitió la ciudad de Samaria y exigió de Acab que le entregue todo su oro, plata, esposas e hijos. Acab decidió luchar contra las fuerzas invasoras y atacó por sorpresa a las tropas sirias, derrotándolas. Benhadad logró escapar y regresó a su país. Un año más tarde atacó nuevamente, y esta vez, no sólo fue derrotado sino también capturado. Acab lo trató con benevolencia y firmó con él un tratado de paz, grave error que años más tarde pagó con su vida
Acab quiso adquirir un viñedo vecino al palacio pero Nabot, el dueño del viñedo, se negó a venderlo o a cambiarlo por un terreno equivalente. El rey regresó al palacio deprimido. Jezabel le preguntó a que se debía su mal humor, y Acab le contestó que Nabot no le quería vender su propiedad.
Jezabel le dijo que deje el asunto en sus manos. La reina consiguió que Nabot fuese falsamente acusado de blasfemia y condenado a muerte. Acab tomó posesión del viñedo.
El profeta Elías fue al viñedo, confrontó al rey, y lo acusó de asesinar a un hombre para apoderarse de su propiedad. Añadió que Dios castigaría a Acab por su pecado, que los perros lamerían su sangre, que su familia tendría el mismo mal final que tuvieron los descendientes de los reyes Jeroboam y Baasa, y que los perros comerían el cuerpo de Jezabel.
Acab, arrepentido, rasgó su ropa, y se puso un hábito de penitencia. Ayunó, se martirizó, y ambuló por el palacio, triste y deprimido. Dios, al ver el arrepentimiento de Acab, postergó, para después del reinado de Acab, el desastre profetizado.
El rey Josafat de Yehudá visitó a Acab, quien le pidió su ayuda para recuperar la ciudad de Ramot que estaba en manos de los sirios.
Josafat estaba dispuesto a cooperar, pero primero quiso consultar a Dios. Acab reunió a cuatrocientos profetas, y les preguntó si debía atacar a Ramot. Todos contestaron que Dios le entregaría la ciudad.
Josafat, aún no convencido, preguntó si había algún otro profeta.
``Hay uno más, Micah, a quien odio porque solamente me profetiza infortunios'', contestó Acab.
Micah fue traído a la presencia de los reyes, y Acab le preguntó si debería marchar contra Ramot.
El profeta le contestó en tono burlón: ``¡Marcha y triunfarás! El Señor entregará la ciudad en las manos de Su Majestad''.
``¿Cuántas veces te he pedido que solamente me digas la verdad en nombre del Señor?'', le preguntó Acab
``Veo al ejército de Israel esparcido por los montes como un rebaño de ovejas sin pastor'', contestó Micah.
El rey Acab ordenó a sus guardias que pusieran a Micah en la prisión, y que sólo le dieran pan y agua hasta que él regresase sano y salvo de la guerra.
Los dos reyes marcharon con sus ejércitos a Ramot. Durante la batalla, una flecha hirió fatalmente al rey Acab quien, agonizando, le dijo al auriga de su carro de guerra: ``Da vuelta a los caballos y llévame detrás de las líneas. ¡Estoy herido!''
Su sangre cubrió entonces el piso del carruaje. Al caer la tarde el rey Acab murió, y sus comandantes dieron la orden de retirada.
El cuerpo del rey fue traído a Samaria y sepultado. El carruaje, manchado de sangre, fue lavado en el estanque de Samaria, donde las prostitutas solían bañarse. Los perros lamieron la sangre de Acab, cumpliéndose así lo que el Señor había previsto.

Límites de la libertad de expresión

Autor: Natan Lerner

Dos hechos totalmente diferentes tornan actual el difícil problema de los límites de la libertad de expresión cuando ésta afecta, o es susceptible de afectar, a comunidades religiosas o étnicas. La referencia es a la actividad de un negador sistemático del Holocausto, el obispo Richard Williamson, y al incidente del que fue protagonista el titular de un programa cómico del Canal 10 de la televisión de Israel que, al ridiculizar ciertos dogmas de la Iglesia cristiana, hirió los sentimientos de los cristianos del país. Contribuye a vincular los dos temas una declaración no muy feliz de los voceros del Canal, que arguye que el programa fue una ``reacción satírica'' a la negación del Holocausto por el obispo ``y a la decisión del Papa de restituirlo al seno de la Iglesia Católica`` (cito del texto publicado en ``Haaretz'' del 22 de febrero). El Vaticano, por su parte, condenó el programa que, en su opinión, fue una afrenta a la ``santidad de Jesús y María''. En la Galilea hubo manifestaciones de árabes cristianos condenando la burla y exigiendo medidas contra el actor, que presentó sus excusas, como lo hizo también la asesora legal del Canal implicado.
A otro nivel, en la Argentina, las autoridades decidieron expulsar del país al obispo cavernario, otorgándole un plazo de diez días para cumplir la sanción. Lo echan porque ``desnaturalizó su función y para el Gobierno argentino resulta intolerable la presencia irregular en el país de una persona que ha agraviado a la humanidad con manifestaciones antisemitas''. (``La Nación'', febrero 20).
Cabe subrayar que el Vaticano desautorizó las manifestaciones negacionistas del individuo y congeló las medidas para restablecer la posición de Williamson, miembro de la facción lefebvrista.
Hay una gran desproporción entre los incidentes, pero se trata de una cuestión delicada que requiere serio examen. La negación del Holocausto es hoy considerada un delito en muchas partes del mundo ya que entraña un intento de incitar contra los judíos.
Es grave en especial cuando lo comete un sacerdote que pretende ser parte legítima de la Iglesia católica. Su condena por el Papa es un hecho positivo. La decisión del Gobierno argentino de impedirle seguir conduciendo un seminario eclesiástico y de expulsarlo del país es loable y merece ser destacada.
El programa ``satírico'' es un incidente insignificante que no sé si trasciende de lo que está permitido por la ley pero que, a todas luces, es de mal gusto y puede herir sensibilidades. El Canal 10, al convertirlo en un acto de represalia contra la negación de la Shoá, agrega leña al fuego y jerarquiza una burla de mala calidad, dándole un peso político dudoso.
En definitiva, el problema serio es la tensión que existe, jurídica y moralmente, entre la libertad de expresión y las ofensas, más reales o menos reales, que a veces contiene esa libertad, por lo menos en su percepción por comunidades de fe.
Este tema adquirió gran actualidad internacional a consecuencia de la sensibilidad musulmana contra ciertas burlas, gráficas en especial, que indujeron al Islam a intentar promover legislación internacional contra lo que se calificó de ``difamación de religiones''. La mayoría que los musulmanes pueden reclutar con facilidad consiguió algunas resoluciones en órganos de las Naciones Unidas, y la organización internacional decidió convocar una reunión de doce expertos, entre los que tuve el honor de ser incluido, para examinar el choque que puede existir en la ley internacional entre la libertad de expresión y manifestaciones que pueden constituir incitación al odio contra grupos determinados, en este caso grupos religiosos.
Lo que debió ser una reunión limitada de un grupo de especialistas se convirtió en un acontecimiento político, y a la reunión, que se llevó a cabo en Ginebra en octubre último, asistieron representantes de muchos Gobiernos y de organizaciones no gubernamentales, que quisieron hacerse oir en relación con este tema, que tantas implicaciones de principio contiene.
En última instancia, los voceros de los países musulmanes parecen haber abandonado la demanda de legislación especial contra la difamación de religiones y conformarse con las disposiciones generales que el derecho internacional ha elaborado a fin de determinar cuando se puede limitar la libertad de expresión.
El Artículo 20 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos proporciona una pauta clara: ``Toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituye incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia estará prohibida por la ley'' reza el artículo, restringiendo así los alcances de la libertad de expresión, uno de los derechos fundamentales garantizados por el Pacto, que obliga virtualmente a todos los países del mundo.
Esta es la norma correcta. La libertad de expresión no es absoluta. Puede restringirse cuando implica manifestaciones de odio contra un grupo racial o religioso constituyendo incitación a la hostilidad o la violencia. No toda burla o crítica de una religión envuelve tales consecuencias, pero los límites entre lo permisible y lo prohibido no siempre son fáciles de determinar. No toda caricatura, toda sátira, toda burla, automáticamente justifica prohibición, represión o castigo. Es cuestión de sentido común y buen juicio poner freno a una libertad tan esencial como la de expresión. No parece haber lugar a duda de que la negación del Holocausto, hoy incriminada en muchos países, es un abuso de la libertad de expresión intolerable en una sociedad democrática. Burlarse de los dogmas de una religión puede a veces ser igualmente intolerable, pero no siempre. Es un resbaladizo terreno que requiere tino y delicado tratamiento. Cuanto menos se lo bagatelice más saludable será para la convivencia entre grupos humanos.
En el delicado tejido de las relaciones entre judíos y cristianos, cuanto menos se deje en manos ineptas decidir qué es burla y qué es incitación, menos fricciones innecesarias se producirán seguramente.

El antisemitismo se niega a desaparecer


Polémica. El gobierno argentino se mostró ambiguo ante las manifestaciones contra Israel en Buenos Aires.

Por James Neilson

En Londres, París, Madrid y en muchas otras ciudades europeas, son cada vez más los judíos que procuran no llamar la atención por miedo a ser víctimas de los ataques brutales de musulmanes militantes o pandillas de ultraizquierdistas que, por oportunismo y porque les encanta la violencia, se han aliado con movimientos tan extraordinariamente reaccionarios, y tan ferozmente xenófobos, como Hezbolá y Hamas. Pero el resurgimiento del antisemitismo genocida no se limita a Europa. También está cobrando fuerza en América. En las semanas últimas, desde Canadá hasta la Argentina se han celebrado manifestaciones ruidosas en que las protestas contra la invasión israelí de Gaza se vieron acompañadas por expresiones de odio hacia todos los judíos. En algunas, la turba coreó consignas espeluznantes: “Judíos a los hornos”, “Pronto habrá un holocausto auténtico”, “¡Hitler! ¡Hitler!”.

No extraño, pues, que se haya difundido en las comunidades judías de la diáspora la sensación de que, una vez más, está en marcha un proceso como el que culminó con la matanza sádica por parte de los nazis, con la colaboración entusiasta de muchas personas “normales”, de por lo menos seis millones de hombres, mujeres y niños por el mero hecho de ser judíos. En 1945, se popularizó el lema “Nunca más”; más de setenta años más tarde, se sabe que la historia puede repetirse. Como dijo hace poco el decano de los jueces de la Suprema Corte, Carlos Fayt, el antisemitismo “es un cáncer en el cerebro de la humanidad” al que “hay que arrancar definitivamente”. Tiene razón; puesto que ya ha entrado en la fase de metástasis es urgente operarlo.

Puede que en comparación con lo que está ocurriendo en países como el Reino Unido y Francia, el brote de antisemitismo que está produciéndose en la Argentina no sea tan grave, pero en vista de la incapacidad patente de las autoridades para garantizar un mínimo de seguridad es así y todo alarmante. Por cierto, no contribuyó a tranquilizar a nadie que la funcionaria formalmente a cargo de luchar contra la discriminación, María José Lubertino, se haya dado el gusto de insinuar que la furia antisemita se justificaba debido al accionar de Israel en Gaza, sin ni siquiera intentar cubrirse recordándonos que oponerse al sionismo no es forzosamente lo mismo que detestar a todos los judíos.

Tampoco ha ayudado la escasa reacción de buena parte del elenco estable político. Con la excepción notable del gobernador bonaerense Daniel Scioli, que sí se animó a subrayar su solidaridad con el pueblo judío, los dirigentes políticos nacionales han preferido mirar hacia otro lado, acaso por mantenerse alejados de un embrollo tan feo. En cuanto al gobierno kirchnerista, su actitud ha sido llamativamente ambigua. Mientras que el ministro de Justicia Aníbal Fernández minimizó el peligro y prometió una investigación, sigue fomentando el odio el piquetero oficialista Luis D’Elia, partidario notorio del régimen teocrático iraní que quiere borrar a Israel de la faz de la Tierra, y de Hugo Chávez. Demás está decir que el caudillo venezolano ha tenido mucho que ver con la recrudescencia reciente de antisemitismo en la región. Chávez mandó a sus seguidores un mensaje nada equívoco cuando, luego de romper relaciones diplomáticas con Israel, se negó a levantar un dedo para impedir que durante cuatro horas sujetos armados profanaran la sinagoga más importante de Caracas, embadurnándola con eslóganes hostiles al Estado judío. ¿Incidirá la conducta de Chávez en su “amistad” con Néstor Kirchner y su esposa, la presidenta Cristina? Es poco probable.

Aunque la irrupción del ejército de Israel en la Franja de Gaza brindó a los antisemitas un pretexto irresistible para redoblar su ofensiva contra los judíos, y para incorporar a sus filas a algunos que hasta entonces se habían sentido cohibidos por entender que en el mundo moderno el antisemitismo está fuera de moda, sólo se trataba de un pretexto. Se cuentan por docenas los conflictos armados actuales o recientes en que han muerto tantos civiles como en Gaza o más, muchos más, siempre en condiciones atroces, como los de Chechenia, Sri Lanka, el Sudán, el Congo y otros lugares en África. Pero ninguno ha motivado una reacción tan indignada en los países occidentales como los enfrentamientos entre los israelíes y quienes no ocultan su voluntad de masacrarlos a todos de la manera más cruel concebible. No se puede atribuir este fenómeno a la simpatía que siente toda persona decente por el destino trágico de los árabes palestinos; si, como ya ha ocurrido con cierta frecuencia, otros árabes se ensañan con ellos nadie sueña con salir a la calle para protestar. Tampoco ha desatado manifestaciones multitudinarias el genocidio en la región sudanesa de Darfur donde milicias respaldadas por un régimen islamista han asesinado a más de 300.000 negros que también son musulmanes.

Para que una acción militar merezca la condena universal, es necesario que los responsables sean israelíes. En tal caso, a nadie le importará si hacen todo cuanto puedan por reducir al mínimo la cantidad de bajas civiles, lo que no es nada fácil contra enemigos habituados a usarlos como escudos humanos y que, para más señas, aprovecharán la oportunidad para asesinar a disidentes acusándolos de ser colaboracionistas, agregando las muertes resultantes al total adjudicado a los israelíes. A juicio de una proporción al parecer creciente de occidentales, Israel será automáticamente culpable de los peores horrores de toda guerra o acción militar en que se vea involucrado. Conscientes de esta realidad, los líderes de Hamas, gente que se afirma enamorada de la muerte, no hizo ningún esfuerzo por proteger a los palestinos comunes. De ahí la “desproporción” entre sus bajas y las de los israelíes que han construido refugios antiaéreos en las ciudades que son periódicamente bombardeadas por los cohetes enemigos.

D urante el conflicto en Gaza, los que dicen simpatizar con los palestinos se dedicaron a trazar paralelos canallescos entre Israel y el Tercer Reich nazi a sabiendas de que herirían a todos los judíos, incluyendo a los contrarios al sionismo. Hablaron de “genocidio”, como si los israelíes se hubieran propuesto matar a todos los palestinos, y compararon Gaza con el gueto de Varsovia, pasando por alto, entre otras cosas, que la franja colinda con un país árabe, Egipto, que de haberlo querido pudo haber puesto a todos sus habitantes fuera del alcance de los soldados judíos. La voluntad evidente de muchos occidentales que en su mayoría se imaginan progresistas de equiparar Israel con la Alemania de Hitler no nos dice nada sobre lo que está sucediendo en Medio Oriente, pero es sintomática de los cambios mentales, por calificarlos de algún modo, que están dándose en ciertos círculos europeos muy influyentes. Además de querer liberarse de lo que todavía queda del sentimiento de culpa por haber permitido el Holocausto, asegurándose de que en última instancia los judíos, ellos, son igualmente malos, las élites europeas están dispuestas a ir a virtualmente cualquier extremo para congraciarse con un mundo musulmán turbulento y amenazador. Es tan fuerte la voluntad de convencerse de que la agresividad para nada disimulada de tantos dirigentes islámicos hacia Europa y, claro está, Estados Unidos, se debe por completo al conflicto árabe-israelí, que si la eventual destrucción de Israel sirviera para solucionarlo se trataría de un precio que muchos europeos no vacilarían un solo momento en pagar sin preocuparse en absoluto por las consecuencias. En efecto, la idea de que la creación de Israel fue un error histórico y que por lo tanto convendría corregirlo para alcanzar por fin la paz añorada está abriéndose camino en las capitales del bien llamado “viejo continente”.

Conforme a los sondeos de opinión, el país más antisemita de Europa es España, lo que a primera vista es un tanto paradójico porque si los islamistas lograran eliminar a Israel la recuperación de Andalucía encabezaría su lista de prioridades. Pero como nos enseñó la reacción de los españoles frente al atentado yihadista en Atocha del 11 de marzo del 2004 en que murieron dos centenares de personas, predomina en su país la idea de que la mejor forma de defenderse contra la ira de los guerreros santos consiste en hacer cuanto parezca necesario para apaciguarlos. También los israelíes han tratado de reconciliarse con los árabes, resignándose a convivir con un eventual Estado palestino, pero sus esfuerzos en tal sentido no les han servido para mucho.

Que éste haya sido el caso puede entenderse. Para el mundo musulmán, incluyendo a países tan alejados de Israel como Malasia, Pakistán e Irán, la mera existencia de una nación judía –es decir, una que es obra de una minoría largamente despreciada por su debilidad–, que es próspera, democrática y, lo que es más humillante todavía para pueblos orgullosos de sus tradiciones guerreras, militarmente poderosa, constituye un baldón insoportable. Por lo tanto, es muy escasa la posibilidad de que un día se llegue a un acuerdo de paz que ponga fin al conflicto. También lo es la de que pronto pierda fuerza la ola de antisemitismo que tanta angustia está causando en las comunidades judías de todos los países occidentales.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Estampas de Tierra Santa: ¿Un hecho aislado?


José Miguel García

Sacerdote, experto en estudios bíblicos

Existe una máxima muy conocida que dice: "Ojo por ojo, diente por diente". En ella se resume la sabiduría popular y también algunas normas de la ley mosaica; la fórmula expresa la proporcionalidad en la reacción ante la ofensa, queriendo favorecer un orden justo en las relaciones humanas. En Israel, la televisión Aruz 10 ha propuesto una variante nueva: "Si me pones el ojo morado, yo te corto la cabeza; si me rompes un diente, yo te corto las manos". Ésta es la propuesta pública que el programa de televisión dirigido por Leor Shlayn propone a su audiencia israelí. Pero enumeremos brevemente lo sucedido.

Con motivo del levantamiento de la excomunión de los obispos ordenados por Mons. Marcel Lefebvre, se han conocido las lastimosas declaraciones de uno de ellos sobre los judíos asesinados en las cámaras de gas durante el Tercer Reich en Alemania. Hace ya algunas semanas diferentes grupos e instituciones judías habían manifestado públicamente su malestar. En estos últimos días, el Canal 10 de la televisión israelí en su programa nocturno Ha-layla ha decidido dar una lección a la Iglesia y la comunidad cristiana realizando una serie de programas cuyo único objetivo es denigrar y difamar al cristianismo. El programa, en las dos emisiones realizadas, comienza con unas palabras del presentador dando las razones de por qué realiza estos servicios y luego proyecta un vídeo donde se ridiculizan groseramente los dogmas y creencias de la fe cristiana. El presentador introduce el programa: "En la Iglesia cristiana cada semana hay cardenales, arzobispos, sacerdotes, monjes o chicos del coro que vuelven a la carga. Niegan el holocausto y yo he decidido que, en lugar de enfadarme, les voy a golpear en la espalda negando el cristianismo. No estoy bromeando; alguien les tiene que dar una lección, y es lo que vamos hacer nosotros ahora". Y hace ver diferentes imágenes, de muy mal gusto y soeces, donde se niegan los milagros, se ridiculiza la última cena, se dice que la Virgen fue una prostituta, se habla de Jesús de forma denigrante, etc.

Lo primero que piensa uno es que alguna institución o grupo judío habrá reaccionado contra esta explícita ofensa del cristianismo, dada la sensibilidad que tienen para percibir la injusticia cuando les afecta a ellos. O al menos, recordando la máxima sapiencial "trata a los demás como quieres que te traten", habrán manifestado inmediatamente su repulsa. Hasta el presente sólo el rabino M. Melchior, presidente de la comisión de educación, cultura y deporte; por obligación del cargo ha respondido a una carta dirigida a él expresando la repulsa por el programa. En su misiva afirma: "Como judío y como rabino de Israel lamento cada vez que se ofende la imagen del hombre... que es también la imagen de Dios en el hombre". El director del programa ha prometido futuras excusas en una próxima emisión. Pero ¿habrá alguna conferencia de asociaciones judías que manifestará su repulsa ante métodos semejantes? ¿Alguna asamblea de rabinos hará público algún comunicado condenando esta ofensa religiosa? ¿Algún político o intelectual judío manifestará su indignación por este trato injusto al cristianismo? ¿Se despedirá al presentador y responsable de este programa? Es difícil de imaginar. En Israel es un delito el proselitismo religioso; pero en el código israelí no se contempla la difamación de las religiones, y en especial del cristianismo. Por eso se explica que en este Estado se publiquen artículos periodísticos y libros difamatorios contra la fe cristiana y no suceda nada; se emitan programas televisivos y de radio criticando duramente a la Iglesia o echando basura sobre su historia y su presente y ningún autor o editor acabe ante el juez. Lamentablemente el programa emitido por Aruz 10 no es un caso aislado. La hostilidad contra el cristianismo es algo muy difundido en la sociedad israelí.

Buen ejemplo de ello son estos párrafos de la carta que la asamblea de los obispos católicos de Tierra Santa ha escrito para condenar estas emisiones. "En estos días, durante un show nocturno en el Canal 10, se han lanzado una serie de ofensas horribles contra nuestra fe y, por consiguiente, contra nosotros, los cristianos. El espectáculo ha dirigido sus ataques contra las figuras más sagradas de nuestra fe cristiana, con el intento, como el director del espectáculo específicamente ha declarado, de destruir el cristianismo. De este modo, Canal 10 se ha utilizado para profanar las figuras más santas del cristianismo ofendiendo a cientos de miles de ciudadanos cristianos israelíes y muchos millones de cristianos de todo el mundo.

Los obispos católicos de Tierra Santa consideran semejante programa un síntoma de los grandes problemas que perturban nuestra sociedad, como la intolerancia, el rechazo a aceptar y respetar a los demás y el odio inherente. Más aún, los responsables de la Iglesia ven este incidente reciente en el contexto más amplio de los continuos ataques contra los cristianos en todo Israel a lo largo de años. Sólo hace unos meses, copias del Nuevo Testamento fueron quemadas públicamente en el patio de una sinagoga de Or Yehuda. Desde hace años, el cristianismo ha estado esforzándose por poner fin a algunas manifestaciones de antisemitismo, ¿y ahora los cristianos en Israel se convierten en víctimas de manifestaciones indignas de anti-cristianismo?".

Aparte de la injusticia flagrante que se ha cometido atribuyendo el pensamiento de un solo hombre a toda la comunidad cristiana, lo terrible es que vivimos en la banalidad del mal. Todo lo que sucede es aceptado sin oponer resistencia. La televisión emite el programa sin ser consciente de la gravedad, el presentador se muestra complacido en herir profundamente el sentimiento religioso de los cristianos, la audiencia no reacciona exigiendo la suspensión inmediata de estos agravios contra el cristianismo. Con agudeza Hannah Arendt identificaba en esta superficialidad, en esta trivialidad, el origen de la terrible persecución que sufrió su pueblo durante el régimen nazi. Y lo extraño, lo sorprendente, es que el mismo pueblo que sufrió en su propia carne este mal terrible promueva en la actualidad las mismas actitudes que fueron origen de tanto sufrimiento.

Diferentes Papas has pedido perdón al pueblo judío por todos esos hechos desgraciados en varias ocasiones; seguramente la más solemne y pública fue realizada por Juan Pablo II en la misma Jerusalén el año 2000, junto al Muro de las Lamentaciones. La Iglesia católica ha condenado sistemáticamente todo tipo de antisemitismo; bien conocida es la declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II. Desde hace años se ha empeñado decididamente en un diálogo franco con la comunidad judía en diferentes foros. La Iglesia católica implora de Dios la gracia de una verdadera conversión y promueve decidida un cambio de mentalidad en relación con el judaísmo. Continuamente valora la tradición judía recogida en sus libros santos; es más, reza diariamente al Dios común con la plegaria de los Salmos. Y mientras, ¿qué ha hecho el judaísmo? ¿Qué hechos se pueden enumerar del cambio que se está produciendo en este pueblo respecto al cristianismo? ¿Cuántas condenas públicas y formales se han realizado en la sociedad judía de la persecución sistemática que sufre el cristianismo en diferentes partes del mundo? ¿Cuántas instituciones o grupos judíos han pedido perdón por las injusticias que el judaísmo ha infligido a lo largo de la historia al cristianismo? Creo que el cambio de mentalidad debe ser recíproco. Y programas como los emitidos en el Estado de Israel favorecen muy poco este cambio en la sociedad judía.

Livni le promete a Netanyahu que luchará contra la amenaza nuclear iraní aunque sea desde la oposición


Itongadol/EP.- La líder del Kadima, Tzipi Livni, prometió al designado primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, que su partido le apoyará en su lucha contra la amenaza nuclear de Irán aunque sea desde la oposición, según informó ayer el diario israelí 'Haaretz'.clic

El compromiso, hecho entre ambos líderes el pasado domingo, se hizo público cuando el líder del Likud inició las negociaciones para formar un gobierno de coalición, tal y como le pidió el presidente Simon Peres.

'Emplearé mis contactos en Estados Unidos, Europa y el mundo árabe, junto con mi experiencia y la de otros miembros del Kadima, para conseguir el respaldo de la comunidad internacional contra Irán', declaró la propia Livni.

Netanyahu considera que el Kadima debería formar parte del Gobierno de coalición que él lideraría a pesar de las diferencias con Livni ya que considera que es 'crucial' que Israel trate la cuestión nuclear iraní. No obstante la ministra de Asuntos Exteriores en funciones argumenta que su partido no necesita estar en la coalición para apoyar al Gobierno en lo que a este aspecto se refiere.

La imagen del Cristianismo mejora en Israel pero el resquemor sigue presente

La imagen del Cristianismo entre la población judía de Israel ha mejorado en los últimos años, pero aún refleja el recelo y el resquemor de siglos de antagonismo y persecuciones religiosas.

EFE/ ELÍAS L. BENARROCH A menos de tres meses de la visita del papa Benedicto XVI a Tierra Santa y después de un año de polémica en las relaciones judeo-cristianas por el proceso de beatificación de Pío XII, un estudio de dos institutos de Jerusalén refleja que la postura de los israelíes hacia el Cristianismo ha evolucionado favorablemente.

"Un 54 por ciento cree que debe ser estudiado en los colegios y la mitad de ellos ven y reconocen la importancia y la centralidad de Jerusalén para el Cristianismo", dijo a Efe Amnon Ramón, autor del estudio y miembro del Instituto Jerusalén para el Estudio de Israel.

Realizado por ese Instituto y el Centro de Jerusalén para las Relaciones Judeo-Cristianas, el estudio es el seguimiento de otro idéntico realizado en el 2000 antes de la histórica visita de Juan Pablo II, y compara los resultados con los de otros sondeos de menor alcance hechos en los años 70 y 80.

"La conclusión más importante es que la imagen que los judíos tienen del Cristianismo es compleja y multidimensional", asegura Ramón, quien percibe los nuevos resultados con optimismo dado el convulso trasfondo de las relaciones entre las dos religiones.

Uno de los avances es que un 42 por ciento de los encuestados considera al Cristianismo como "la religión más próxima al Judaísmo", en comparación con un 32 por ciento que ve así al Islám, que en contrapartida es considerado por la teología oficial judía como el credo más cercano.

Asimismo, el 50 por ciento ya no considera que el Cristianismo sea una "religión idólatra", histórica acusación judía por la imaginería que rodea al Catolicismo, a pesar de que para ambas religiones la adoración de ídolos sea una de las peores trasgresiones.

Pero siglos de persecuciones y conversiones forzosas han dejado también una huella indeleble, y los judíos aún ven con suspicacia cualquier iniciativa en la que perciban el más mínimo destello de "actividad misionera".

En un documento de dieciséis páginas, ambas instituciones exponen que "el aperturismo y la disposición a conocer el Cristianismo" chocan con posturas intransigentes avaladas por un 75 por ciento de los encuestados que se oponen a que "el Estado israelí destine tierras para la construcción de iglesias en Jerusalén".

Asimismo, sólo un 37 por ciento está dispuesto a que se enseñe el Nuevo Testamento en las escuelas, al considerar que se trata de un "libro misionero", según Ramón.

"Es una imagen llena de contradicciones la que los judíos tienen del Cristianismo", insiste el experto, para quien "lo realmente importante es la voluntad que hay de conocer a la otra religión".

Un interés que también se desprende del alto número de israelíes que han visitado una iglesia, el 71 por ciento, y de su nueva actitud hacia el símbolo de la cruz, ya que el 76 por ciento dice que no le molesta.

Aun así, el desconocimiento sigue siendo la palabra clave en la percepción judeo-israelí del Cristianismo, y los encuestados ni tienen ideas claras sobre sus distintas corrientes, ni de los históricos cambios en las posturas de la Santa Sede hacia el Judaísmo.

Un 58 por ciento de los encuestados confirmó ver "un cambio favorable de la Iglesia hacia el Judaísmo en los últimos cincuenta años", pero muchos desconocen la encíclica Nostra Aetate, que en 1965 eximió a los judíos de la acusación del deicidio, origen de siglos de antisemitismo en Europa.

El desconocimiento y las posturas negativas son mucho más pronunciadas entre los judíos que se declaran "religiosos", quizás porque ven amenazado su monopolio espiritual en Israel, un país donde el proselitismo está prohibido.

Otro foco de tensión proviene de israelíes liberales que ven las religiones, cualquiera de ellas, bajo una estricta óptica secular, y cuyas críticas o ridiculización del Cristianismo encienden la indignación de la Iglesia.

El caso más reciente ocurrió hace dos semanas, cuando un humorista ridiculizó a Jesús, de quien dijo estaba "tan gordo que no pudo caminar sobre las aguas", y escribió que la Virgen María "fue embarazada a los 15 años por un compañero de clase".

El Vaticano presentó una severa queja a Israel por las palabras del humorista y, en respuesta, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, se excusó y expresó respeto por la Iglesia católica.

domingo, 22 de febrero de 2009

La izquierda de Israel tiene lo que se merece


Zahava Gal-On, Shelly Yachimovich y muchos otros de la izquierda explican sin cesar, al mundo exterior por lo menos, que el partido Laborista y el Meretz se estrellaron en las elecciones del martes pasado porque no fueron sensibles a las dificultades socioeconómicas de la población, y también, por supuesto, porque cometieron errores estratégicos durante su campaña.

Excusas. Cuando el terror golpea sin piedad y sin tregua desde que la izquierda trajo el desastre de Oslo a la nación, y en muchos lugares en el Neguev y en la Galilea los judíos no se atreven a viajar por la noche por miedo a que sus coches sean apedreados, la angustia socioeconómica, aún permaneciendo grave y dolorosa, incluso para los electores más pobres se convierte en un elemento secundario.

Ehud Barak no ha perdido a causa de su apartamento de lujo en Tel Aviv. Ha perdido porque incluso durante la Operación Plomo Fundido no tuvo el coraje necesario para derrotar de forma decisiva al terror proveniente de la Franja de Gaza. Y el Meretz porque comenzó a reclamar el fin de la operación al tercer día, y porque alguna de su gente acusa al IDF de crímenes de guerra.

Ha sido el aumento de las actividades de oposición entre los árabes israelíes en contra de Israel, y que a menudo exceden los límites de la legítima expresión de la opinión, así como la olvidada situación del pueblo judío lo que ha enajenado a la izquierda de los electores. Durante años, los votantes han oído sus tonos estridentes cuyo principal acorde, de acuerdo con la sentencia dictada este martes, es una excesiva identificación de estos sectores de la izquierda con el nacionalismo árabe-palestino, incluso en medio de una feroz campaña de terror contra los propios judíos.

Y en ese escenario, ni siquiera se ha escuchado la más mínima expresión de pesar [de autocrítica] tras conocerse los resultados electorales. El error en este caso, según nos cuentan los representantes de la izquierda, estuvo en que el camino hacia la paz no fue lo suficiente y convenientemente explicado a la opinión pública, como si los medios de comunicación impresos y electrónicos no les hubieran invitado repetidamente a hacer llegar sus mensajes a la opinión pública. El terror árabe ha llegado a su paroxismo precisamente como consecuencia de las amplias concesiones que el estado ha permitido gracias a estos mismos partidos que ahora se acaban de estrellar en las urnas, recibiendo finalmente lo que han sembrado.

Los votantes han declarado que esta ideología, la defendida por la izquierda durante los últimos 20 años, ha fracasado totalmente en los ámbitos de la seguridad y del conflicto palestino-israelí (los diversos acuerdos de Oslo, y las concesiones territoriales realizadas hasta el desarraigo de Gush Katif, han aplazado la paz y, desde luego, no la han acelerado), al igual que han fracasado según los electores sus políticas referentes a las relaciones entre judíos y árabes de Israel. La amplia defensa por parte de los partidos de izquierda de la insostenible posición de los árabes de Israel, apoyada también por parte de las autoridades judiciales, y sobre todo por la Corte Suprema de Justicia, sólo ha incrementado las determinación de los árabes de separarse y de establecer su propia región autónoma política y cultural, y eso también fue percibido por los votantes.

Como resultado, los votantes se inclinaron por una derecha que sí está dispuesta a hacer frente a estas cuestiones: Likud, Israel Beiteinu, Shas, Unión Nacional y Habait Haiehudi y 60 de sus 65 escaños en la Knesset (el Judaísmo Unido en la Torá está fuera de esta imagen). Una mayoría muy decisiva. Y la izquierda que prefirió huir antes que plantarlas cara (a lo Barak) o que adoptó una posición pro-árabe palestina (a lo Meretz), sólo ha recibido 17 escaños de la Knesset. Kadima, que parece situarse a la izquierda en ciertos temas, no está exactamente con ellos.

Y así, incluso en los bastiones más seguros del Meretz, en los kibutzim del movimiento Hashomer Hatzair, se prefirió el voto útil al Kadima. Incluso en el kibutz Merjavia, con todo lo que simboliza para la izquierda radical-sionista, el Meretz perdió ante el Kadima. Lo mismo sucedió en el kibutz Mishmar HaEmek. Muchos miembros del Movimiento Unido Kibbutz han votado a favor de Kadima y no por los laboristas. Y no sólo por el aura glamorosa de Tzipi Livni. Sino al contrario, principalmente porque Barak y un gran número de los candidatos del partido han perdido su aureola sionista, dejaron de respetar las reglas del juego y abandonaron la dirección nacional del sionismo socialista.

Autor: Israel Harel - Ha´aretz

Traducción: Safed-Tzfat Jose Antonio

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Tolerancia y Derechos Humanos en Israel


Alvaro Alba
Israel es una sociedad dinámica, democrática, multicultural y multiétnica. Es el único país del Medio Oriente en el que la modernidad ha entrado con la misma fuerza que en Europa, América Latina, África o Asia. El exilio del pueblo hebreo incluyó la palabra. Fue la lengua un elemento fundamental de la supervivencia y estímulo de superación en una nación que sabía leer en Europa Medieval cuando los reyes eran analfabetos. Tanta importancia se le concede a la palabra que el árabe es, junto al hebreo, lengua oficial del país. Las escuelas de magisterio tienen un departamento de árabe para preparar profesores. La Histadrut, la federación sindical israelí, tiene un instituto judeo-árabe con su publicación bilingüe, además de contar con la Casa de Escritores Árabes. Cuatro universidades hebreas enseñan idioma y literatura árabe: la Hebrea de Jerusalén, Haifa, Tel Aviv y Bar Ilán. En la Universidad Ben Gurion del Neguev es asignatura suplementaria. Autores árabes han pasado a formar parte de la vida cultural israelí y hace más de una década fue llevada al teatro “Romeo y Julieta” por actores judíos y árabes donde actuaban en los dos idiomas.

A Israel se peregrina de todas partes del mundo. El Aliyá, esa peregrinación que hacen los hebreos para ascender a Jerusalén puede comenzar en Europa Oriental, Rusia, Yemen, Irak, Etiopía, Estados Unidos, Sudan, Francia, Sudáfrica o Argentina. El éxodo moderno hebreo se resume en las operaciones Escape, Alfombra Mágica, Moisés, Esdras, Josué, Salomón. En Mayo de 1991 la comunidad judía etíope emigró en 34 aviones que transportaron en 36 horas a 14.325 personas. En un Boeing 747 volaron 1122 personas por estar bajos de peso y permitir aumentar el número de pasajeros, y dos bebés nacieron en el trayecto de Addis Abeba a Tel Aviv. Viven en Israel los otkaznik o refusnik, hebreos nacidos en la URSS que el Kremlin les negaba la salida del país. Natan Sharansky se convirtió en el más emblemático de ellos. ¿Es un privilegio de los hebreos el hacer el Aliyá? Las puertas de Israel se abren también para los necesitados, los perseguidos. En 1977 unos 200 vietnamitas del Sur, desplazados en el sureste asiático tras finalizar la guerra con Estados Unidos, recibieron asilo político por decisión del premier Benajim Begin. Desde el 2003 unos 10 mil refugiados africanos entraron ilegalmente a Israel. Unos 600 provenientes de la zona de Darfur, en Sudan han recibido el estatuto de refugiados. Vienen en busca de refugio los musulmanes sudaneses, todos africanos. Otros dos mil desplazados del conflicto entre Eritrea y Etiopía tienen residencia temporal por motivos humanitarios. Oficiales sirios han pedido asilo político en Israel y se les ha concedido.

En la posmodernidad uno de los grandes discursos es relacionado con el poder de las minorías o géneros. En Israel eso se traduce en la defensa de las minorías: sean de género, sexo o de raza. No hay otra sociedad en el Medio Oriente donde las minorías tengan tantos derechos como en Israel. A las mujeres no se les mutila genitalmente como sucede en las zonas rurales de Egipto, Libia, Omán o Yemen. Las mujeres casadas de Libia, Jordania, Marruecos, Egipto, Irak, Omán y Yemen urgen de un permiso del esposo para viajar al extranjero. En Jordania es para viajar por el país. En el tribunal de la Sharía el testimonio de un hombre vale por el de dos mujeres, y fue en mayo del 2008 que las mujeres en Kuwait pudieron votar en las elecciones. En Tel Aviv y Jerusalén se realizan cada año desfiles del orgullo gay, impensable en un país árabe. Basta decir que en los Emiratos Árabes, Arabia Saudí, Yemen, Irán, Sudán y Mauritania, los gays son condenados a la pena de muerte, y en Pakistán o Afganistán con cárcel perpetua. Egipto, Etiopia, Maruecos o Libia con 20 años de prisión.

Desde los primeros meses de la independencia el legislativo israelí ha funcionado a cabalidad. El 25 de enero de 1949 se llevaron a cabo los primeros comicios. Desde entonces se eligen a 120 parlamentarios que representan a toda la nación, de manera proporcional. En las pasadas elecciones parlamentarias los árabes israelíes volvieron a estar representados en el legislativo y tres partidos: Lista Árabe Unida, Frente Democrático y la Asamblea Democrática Nacional obtuvieron entre ellas once escaños.

En Israel la pena de muerte fue abolida para delitos comunes en 1954. Sólo se permite en casos excepcionales y la última vez que se ejecutó a un individuo fue en 1962 y el ejecutado fue el OberStumbannfuhrer de las SS Adolf Eichmann. La primera ejecución por la ley palestina fue en Agosto de 1999, en Gaza y se fusilaron a dos hermanos policías, acusados de matar a otros dos hermanos por cuestiones de dinero. El Código penal palestino tiene hasta 19 tipificaciones de delitos por las cuales puede terminar lo mismo ante un pelotón de fusilamiento o en el patíbulo. Uno de los delitos puede ser el vender tierra o casa a un judío. Caso similar ocurrió en el 2007 en Hebrón. Esas son algunas de las diferencias democráticas de Israel con sus vecinos.