viernes, 26 de septiembre de 2008

McCartney en Tel Aviv



Publicado Viernes, 26-09-08 a las 08:45
«McCartney está por encima de la música... él ha sido la pieza básica de todo lo que se ha hecho después, todo está influido por Paul...». Arrebatado en una especie de misticismo posmoderno de lo más «cool», el pope de la emisora «Galgalats», Or Celkovnic -o lo que es lo mismo, el disc-jockey todopoderoso que decide desde sus «40 Principales» qué se escucha y qué no en Israel-, levitaba anoche de emoción, rendido al pie de escenario donde el más eterno de los Beatles fue ayer recibido en Tel Aviv como un auténtico mesías. El mesías de la música.
Ya lo decía Sara Ben Asher, periodista de 20 años metida en las primeras filas: «Nunca imaginé que esto iba a pasar, que le iba a tener delante de mí... Creí que en el último momento iba a fallar, pero ahí está.... Esto es una oportunidad única en la vida». Lo dicho, como si McCartney fuera la revelación.
Cartel de «No hay billetes»
Ni las consabidas amenazas de atentado que en estas santas tierras empañan todos los acontecimientos, ni los desorbitados precios imposibles para la economía de bolsillo israelí impidieron ayer vivir en el Parque Yarkom el milagro laico de un concierto que 50.000 personas -al final se colgó el cartel de «No hay billetes»-, siguieron casi en trance.
Paul McCartney les subió a la gloria. Primero, con apenas rozar con su zurda sagrada el bajo gastado en mil recitales, para entonar «I say Hello». «Yo digo hola..., tú dices stop, y yo digo vamos, vamos, vamos... Sonaba la canción que va por otros derroteros, pero que los fieles del creador de Liverpool coreaban extasiados como si leyeran en McCartney el mensaje de que, esta vez, nadie le ha parado. En 1965, el Gobierno de Israel ya impidió con un «stop» que los desarrapados Beatles se presentaran en el país para evitar que pervirtieran con sus ritmos enloquecidos a la juventud. Ayer, Paul, se tomaba la revancha al grito de «Yo digo vamos, vamos, vamos....», y lo hacía desplegando un recital que, más que suyo propio, resucitó el espíritu de los Beatles.
O McCartney está muy enamorado -su última novia, Nancy Sewell, le ha acompañado en este viaje-, o Israel le ha sentado especialmente bien. Porque este señor entrado en años, que saltó al escenario sobre unos tacones de flamenco a lo Sarkozy y un impecable traje negro sin solapas de chico moderno, respondió a sus devotos anoche con un directo divino y una energía suprema. «Shalom Tel Aviv», saludó en hebreo a los seguidores, «Shaná tová»..., añadió para felicitarles el Año Nuevo judío, que se celebra el martes. Y, por si alguien pensaba que la incursión del músico en la lengua del Antiguo Testamento no daba para más, Sir Paul dedicó en el mismo idioma su quinto tema a la memoria de su fallecida primera esposa, Linda. Ahí fue cuando la parroquia no se arrodilló, porque no había sitio, pero dio muestras de delirio. «Gracias por la música», rezaban las pancartas alzadas entre el gentío: «Israel ama a Paul».
Cientos de policías
El resonar vibrante de «Drive my car», el músculo de «All my loving», el «Yesterday» que McCartney prolongó hasta el infinito en un solo de guitarra íntimo como una plegaria, colmó anoche los sueños de toda la beatlemanía congregada en Tel Aviv. La juventud de la capital más cosmopolita de Oriente Próximo, padres con hijos, matrimonios sentados fuera del recinto en sillas de cámping, cientos de policías y agentes del orden, que no miles, porque luego la seguridad -al menos el dispositivo visible- no fue para tanto.
Incluso la burguesía capitalina, aquella que hace 43 años se habría escandalizado de ver a un guitarrista con el pelo largo y pantalones de campana, acudió en procesión a cumplimentar al ex Beatle vistiendo para la ocasión sus diseños de brillos y su botox recién puesto.
De todos ellos, Paul se despidió deseándoles un feliz cumpleaños. Por el 60 aniversario de Israel, se entiende, aunque su participación en los fastos le haya acarreado más de una amenaza de muerte. Él no se para, anoche lo demostró para irse con un «Thank you Tel Aviv, ni traé». Gracias Tel Aviv, nos veremos.